martes, 26 de julio de 2016

Otros veranos

Hubo un tiempo en que en verano no pasaba nada... Te sobresaltaban los incendios y los accidentes de tráfico en medio de la agenda de fiestas de pueblos. Pero el resto, era morralla con la que tenías que rellenar, rebajas, una ola de calor, cuánta gente hay en la playa, la venta de helados...

Esos veranos que hacíamos prácticas mientras se iban de vacaciones los profesionales y aprendíamos tanto como nos divertíamos. Pocas veces creo que se disfruta tanto del trabajo como cuando estás de prácticas que te comes el mundo.

Y ahora resulta que hay veranos como éste que te vas a la cama todos los días atemorizado: 84 personas mueren atropelladas por un camión en Niza, intento de golpe de estado en Turquía, un refugiado afgano con un hacha siembra el pánico en un tren alemán, un chico suicida en Munich mata a 9 personas, a los pocos días un atentado bomba con 15 heridos en un festival de música de Baviera, otro tiroteo en una discoteca en Florida, 19 personas acuchilladas en Japón, 13 muertos en un doble atentado en el aeropuerto de Mogadiscio (Somalia)... -cada día que retraso este post tengo que añadir algún triste suceso más-. Y me horroriza. El mundo se ha vuelto loco.

Y lo que más asusta es que da igual las víctimas, incluso no hacen falta armas. Puedes estar viendo unos fuegos artificiales, que viajando en tren, en un concierto, en una discoteca, en una hamburguesería o en un centro de discapacitados. Eso es lo que da miedo de verdad. Darse cuenta de lo efímero que es todo, que la vida se escapa entre las manos, se escurre como si fuera agua.

Pero la vez, no debemos ceder al miedo, ése es su objetivo. Tenemos que aprender la lección, lo único bueno que se me ocurre entre tanta muerte: aprovechar el momento. Disfrutar, como lo hacíamos en aquellos veranos en los que lo único que nos preocupaba era saber a qué pueblo íbamos a grabar las fiestas.


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