martes, 2 de mayo de 2017

El puzzle

Nunca me había parado a pensar si creía en el destino, no pienso que tengamos toda nuestra vida marcada al nacer y no podamos modificar nada. Hay un millón de decisiones en muchos momentos que nos pueden llevar por un camino u otro. Pero sí creo que las cosas suceden por algo, aunque en ese instante no sepamos para qué. Sí creo en eso de "estar en el momento adecuado, en el sitio adecuado", en las casualidades, en que de repente los astros se alinean y las piezas del puzzle encajan como decía en mi rincón. Puede que en el fondo eso sea lo que llaman destino.

Cuando hay un accidente o una catástrofe, alrededor siempre hay muchas historias personales. Ese atasco que le impidió a una persona subir al avión que se estrelló, esa mañana que se durmió para ir al instituto y el tren descarriló, esos amigos que iban a salir de fin de semana pero en el último momento uno se rajó y los demás tuvieron un accidente. Esas tristes casualidades.

Pero también alegres. Ese día que cambias tu elección de las prácticas y conoces a la persona más importante en otro sitio al que en principio no ibas a ir. Ese taller al que llega una chica a mitad de curso y se convierte en tu amiga. Esa persona que te dice que necesitan gente y te abre las puertas de un grupo en el momento que tú más lo necesitas. Ese curriculum que mandas cuando una empresa justo necesita alguien de tu perfil. Ese café que te tomas con un compañero de trabajo con el que de pronto tienes más cosas en común de las que creías. Esos amigos que te presentan un día en un cumpleaños y acaban siendo parte de tu círculo. Ese viaje que decides en el último momento y te reencuentras con una vieja amistad. Esa piscina a la que vas un día y acabas enamorada del socorrista o del camarero que te pone el café todos los días o del vecino del quinto que un buen día ves con otros ojos. No sé, creo que hay un millón de casualidades, coincidencias, azar, destino, suerte, magia, chispa...llámalo como quieras.

Y cuando acabas el puzzle, te quedas mirándolo, apreciando cómo las piezas han encajado en el momento que menos los esperabas, aunque habías intentado muchas veces colocar ese trozo. A veces se tarda mucho en completarlo, hay que empezarlo muchas veces, deshacerlo y comenzar de nuevo, buscar la pieza perdida o comprar otro puzzle. Al contemplarlo terminado, suspiras de satisfacción y de miedo. Sientes temor de que venga tu hijo y te descoloque el rompecabezas, o el perro se coma una porción o el viento se lo lleve lejos. ¿No os pasa? ¿Por qué esa desconfianza? ¿Ese miedo a ser felices? ¿No somos capaces de disfrutar? Simplemente gozar, apreciar las pequeñas cosas, divertirse, alegrarse, sentir y vivir el momento. Como he leído en un libro, "a veces la vida brilla más si la adornamos menos".



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