viernes, 9 de junio de 2017

Mis clases

No voy a enumerar los beneficios del pilates, ni a contar cómo he mejorado la flexibilidad y la agilidad, ni a explicar cómo ahora aguanto a hacer la pirámide con los talones bien pegados al suelo, ni a hablar de equilibrio o coordinación, mejorar la postura, reducir dolores de espalda, ni siquiera a hablar de las virguerías que hacemos encima del fitball sin caernos. Sólo a contar mi grata experiencia.

Me apunté el año pasado a pilates a mitad de curso porque me lo recomendó una amiga y allí que me presenté el primer día sin saber qué era eso de conectar e intentando respirar bien a la vez que hacía mis ejercicios. Día a día, mejorando, evolucionando, con un profesor de goma que vale un millón -que te explica una y otra vez lo que hay que hacer con una paciencia infinita-, he conseguido que cuando voy de paseo con mi perro me resuenan en mi cabeza sus palabras: "espaldas rectas, hombros relajados".

Y como esto no es un post sobre deporte ni un alegato a la vida sana que ya habéis leído muchos más científicos, os voy a contar también cómo me apunté a zumba a pesar de no tener sentido del ritmo y ser la primera que se sienta cuando empieza el baile en las bodas. Pero el primer día aprendí la lección más importante: las vergüenzas se dejan en la puerta.

Y así, cuando te pierdes, te ríes, cantas la canción y olvidas los complejos, empiezas a disfrutar. Cuando ves que no eres tan torpe como creías -porque como siempre en la vida hay gente mejor, pero también peor-, aumenta tu autoestima, te diviertes, desconectas y te desestresas.

Cuando todo eso lo compartes además con un grupo muy simpático, en el que te ríes de lo mismo, comentas la operación biquini, con una profesora más maja que las pesetas que te anima un montón ("¡Vamos mis chicas!"), mueves la caderita al ritmo de Enrique Iglesias y te aprendes de memoria "el despacito", acabas socializando. Tanto que te vas de cena para celebrar el fin de curso, a saltarse la dieta a un italiano y luego a poner en práctica los bailes de clase. ¡A ver si hemos aprobado el curso!


5 comentarios:

  1. Comparto al 100% tu opinión. Ha sido un buen curso. Y son todos ciertos los beneficios que hemos conseguido. Doy fe 😉

    ResponderEliminar
  2. Gracias por que cuando me equivoco haces como si no hubiera pasado nada! Gracias por compartir tu tiempo conmigo. Y me encantaría poder repetir esa cena y esos bailes por lo menos una temporada mas, jajajaja. Un besazo princesa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti por tu energía en las clases. Espero yo también que estéis otra temporada más!

      Eliminar
  3. HASTA PRONTO.

    Me siento en mi mesa. Pienso. Me dispongo a, quien sabe, dar mi última clase. Vuelvo a pensar. ¡Quiero sorprender! De nuevo pienso…
    Hace dos años llegue a Zaratán, específicamente al grupo de Pilates. Madre mía cuanta gente había… Tenía todo preparado, quería inculcarles que son ellos los dueños de sus cuerpos, aquellos que tienen que cuidar, pero ¿y cómo empezamos? Vamos a contarles una historia a ver si se lo creen… será la base de todo.
    Volvamos a ayer. Dos años después, tras 127 clases y aun así quiero innovar. Unos ya ven la que se avecina…
    - “A ver que nos hace este”, se oye.
    Esa cara de espera e inquietud ya me demuestra que están en mi honda. No sé si les gustará o no, pero sé con certeza que disfrutarán. Y aunque parezca una paradoja no lo es, porque a veces no nos gusta mucho realizar un ejercicio, pero sé que luego se disfruta viendo lo que se mejora. Y eso es lo que me lleva a que cada una de mis clases sea un objetivo. El de perfeccionamiento, el de las cosas bien hechas, el de salud al fin y al cabo.
    Y es que cuando uno se siente arropado, querido y ve que confían en ti, es mucho más fácil trabajar. Y cuando alguien me dice que tiene un grupo de WhatsApp para apoyarse a hacer los deberes, o que han ganado una amistad yendo simplemente a las clases, me da alegría trabajar. Y cuando alguien me dice “has visto qué bien lo he hecho ahora” y se siente orgulloso de sí mismo o cuando con una mirada entiendes qué tienes que corregir da gusto trabajar. Y cuando hay cientos de cuandos te das cuenta de que algo estás haciendo bien y sobre todo de que lo estáis haciendo bien.

    Vuelvo atrás, pienso de nuevo. ¿Se habrán creído mi historia?
    Ya no es mía, es NUESTRA.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Dani por tu historia y tus clases. Espero que ese hasta pronto sea un hasta octubre!

      Eliminar